martes, 4 de agosto de 2015

TANGA


Tengo una duda, y es que me pregunto yo si la mujer está evolucionando, o a la par que el hombre alcanza cotas cada vez más altas, véase Pedro Duque, la hembra homínida se queda en eso, en mona; y sigue siendo la eterna emperifollada para conseguir esto último. Y todo esta duda me viene a mí a raíz de las últimas tendencias de moda femenina. Sin ir más lejos, la del tanga.

Últimamente ha entrado, fácilmente lo de entrar, por su reducido tamaño, en polémica por su prohibición en cierto instituto galo. Tanga sí o tanga no. Desde luego cualquier prohibición parece un acto retrógrado y represor, ¿pero no es ancestral el uso de prendas torturadoras en las damas para parecer más bellas y seductoras? Yo, quizá sea un bicho raro, androgino, pero lo de que el tanga es cómodo y funcional no me convence. Mas bien todo lo contrario. El llevar una tirilla de tela o goma pegada al mismo ano,  resulta como poco irritante. Y no digamos de la mínima parte de tela que intenta, sin conseguirlo, tapar toda la zona vulvar, que sin remedio y fuerza del necesario movimiento, acaba desparramándose por el pantalón u otra prenda que llevemos encima de la nada, que es el tanga. Hecho que nos lleva, o pobre de la tanguista que no lo haga, a lavar el pantalón todos los días sino queremos acabar con picores y otras muchas dolencias ginecológicas. Luego viene, lo del protege-slip tanga, que es el bucle de lo absurdo, es intentar tapar lo inexistente, con el algo. Y el amasijo de tela y celulosa que debe quedar arrugado entre los sufridos labios, tiene que ser de espanto. Perdón por lo gráfico de mi explicación, pero pienso que la realidad es como es y no como los publicistas y comerciales intentan vendernos.

Hay quien defiende al tanga diciendo que resulta poco estético que se note una costura de braga a través del pantalón o falda, pero sigo sin entender si no es igual o de mayor fealdad que se noten ambas nalgas orondas y anaranjadas, por lo de la cáscara, no por lo del color, que inocentes quedan así al descubierto para avivar el instinto concupiscente del macho primitivo. Ésta es pues mi conclusión, que el tanga solo sirve para eso, para excitar al hombre, y si para eso lo usamos, está bien, que cada cual utilice sus armas para conseguir sus fines, y si estamos dispuestas a sufrir para ello, allá cada cual. La diferencia pues, entre las encorsetadas dieciochescas y nosotras es cero. Haciéndonos creer que somos mujeres independientes y fuertes, libres electoras de nuestros destinos, los de siempre nos llevan por donde quieren y a su favor, seguimos sufriendo para parecer las más atractivas, subyugadas a la tiranía del sexo fuerte del que ansiamos su atención y su deseo. Feliz viaje a la Edad de Piedra, en la que al menos, las prendas de piel eran bien cómodas. Digo yo.

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