martes, 4 de agosto de 2015

CONCURSO DE DORIAN´S



 Este fin de semana hemos tenido que sufrir, como telespectadores, dos concursos de “belleza”. Eran poco las vergonzantes pasarelas de ganado humano femenino, que lo hemos ampliado con el masculino. Y es que en esta cruzada por alcanzar la igualdad de sexos, estamos errando y aunque aún no parejos en cuanto a lo de derechos y obligaciones, sí ya colegas e incluso maestras en defectos y vicios, véase fumar como carreteros, beber como cosacos, y reducir el cuerpo a una expositor de materia, por ejemplo. No puedo dejar de sorprenderme al ver a estas chicas y a estos chicos desfilando una y otra vez, en traje de baño, en ropa no se qué y en vestido no se cualo. Ellos y ellas parecen estar muy ilusionados con convertirse en los mas bellos de la patria, o del universo si cabe, sin llegar ni siquiera a sospechar que se asemejan en bastante a un grupo de esclavos en los mercados coloniales, a los que se les valoraba mucho precisamente eso, su aspecto físico, su fortaleza y su dentadura. Piños que muy mucho se esmeran en mostrar en los concursos miss y mister. Se dice que es valorado también lo de la simpatía e inteligencia, y me pregunto yo que tipo de pruebas o exámenes pasan estos inocentes jóvenes para que se les puntúe dichos valores. Y si se hacen, a santo de qué no se retransmiten al igual que lo de los paseitos y las sonrisas.



A parte de visionar ocasionalmente estos programas, he invertido también mi tiempo en ver la obra de Oscar Wilde, El Retrato de Dorian Gray, y evidentemente he encontrado el paralelismo entre ella y lo de los concursos de cuerpos. En la obra de Wilde, Dorian, el prota, joven y guapísimo es retratado por un pintor de la época. Todos elogian su belleza y juventud, hasta el punto de considerar estos privilegios como únicos importantes en la vida. El muchacho envidia la suerte del cuadro, portador de su belleza para la eternidad,  e implora al cielo o al infierno. Dice estar dispuesto a dar cualquier cosa, incluso su alma, para conservarse siempre joven y bello. Sea quien sea, le oye, y sus deseos se convierten en realidad. Pasa el tiempo, y el muchacho se mantiene igual exteriormente, pero su alma se vuelve cada vez mas fea. Y esa fealdad del alma queda reflejada en su cuadro, que día a día, fantásticamente, va mutando y mostrando las taras de su interior. Crímenes y actos vergonzosos de Dorian quedan reflejados en su cuadro.

¿Se pueden dar cuenta, la cantidad de Dorians que hay en el mundo, a los cuales convertimos por la estupidez infinita del ser humano? Premiamos, alabamos la belleza de una carne, y nos rendimos ante ella, dejando en un segundo plano las maravillas de la mente o del alma. Me parecería más acertado, si cada uno y una de las que el sábado y el domingo desfilaban luciendo palmito, lo hiciesen portando su cuadro del alma, para ver así la foto de su espíritu, la currícula de sus acciones, de sus pensamientos. Incluso la humanidad entera, tendría que llevar como retrato de documentos de identidad, el dibujo de lo que hacen en sus vidas. Nos preocuparíamos entonces de echar más crema hidratante a nuestro interior, de mantenerlo limpio, exfoliado, terso y suave. La gente se amotinaría para hacer buenas acciones, para compartir con sus semejantes, para leer más, para respetar la naturaleza, para encontrar armonía y paz entre los hombres. Cuando un fulano tirase una lata en el campo, inmediatamente que le saliera horrenda arruga en la foto del pasaporte, cuando a mengana le diera por despellejar a una amiga que en las instantáneas de su viaje a Tahití se le pusiese el culo como la plaza de las Ventas.

Sería una delicia ver los anuncios de clínicas de estética. En lugar de bisturís, promocionarían libros, lecturas, códigos de ética y conducta, espacios para el retiro y la reflexión. Ojalá el reflejo de lo que realmente somos se acumulase en nuestra piel y en nuestras formas. Todos tendríamos nuestros impurezas cutáneas y nuestras irregularidades corporales, pero esmeraríamos mucho el cuidado de nuestro comportamiento. Daría cualquier cosa, menos mi alma, porque así fuese.

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