Estimados recaudadores:
Antes de ayer recibí en mi casa el borrador de la
Declaración de la Renta correspondiente al ejercicio fiscal del 2004, y casi me
caigo de bruces al comprobar que tengo que pagar casi 740 euros, que no he traducido
a pesetas para no espantarme más.
El año pasado tuve que pagar también una cantidad parecida
a pesar de no llegar o superar por poco el ingreso anual de los 12.000 euros. Y
el motivo fue que además de un par de trabajos temporales, cobré el paro durante
4 meses. Miren que afortunada que soy. Y es que cuando se tiene más de un
pagador al año toca declarar a la fuerza, dicen.
Resulta que tengo 32 añitos y vivo en la casa paterna
porque mi sueldo no me da para comprar piso. ¡Fíjense!, y como resulta que
desde que acabé mis estudios universitarios (Periodismo para más señas), allá
por el 96, me tienen de contrato temporal en contrato temporal y tiro porque me
toca, mi estrategia es la de ahorrar lo poco que puedo para ver si dentro de
unos treinta años tengo para una casa en un pueblo de Soria o Teruel.
Mi sueldo actual es de 13.848 euros brutos anuales.
Hagan cuentas. Y no entiendo que razón justa y necesaria hace que porque me
pasen de una empresa a otra por no hacerme fija tenga que andar pagando. Es
como si se me castigase por no ser capaz de encontrar un trabajo estable. Y
creo no tener culpa de este cachondeo laboral, que yo cumplí responsablemente
allí donde estuve y acabé mis estudios con buenas notas, pero parece ser que
sale más barato al empresario andar con contratos basuras y con el adiós cuando
el fin de obra llega a su ídem.
En todo el tiempo que llevo dedicándome a esto de
ganarme el pan con el sudor, no he tenido pagas extras, ni contratos
indefinidos. Me he tenido que conformar con contratos basura de E.T.T y
similares. Y aún así me toca soltar dinero.
Entiendo que lo justo y razonable es que cada uno
aporte a las arcas del Estado en una directa proporción a la cuantía de sus
ingresos y no al revés.
Quizá sea que las intenciones del Ministerio Recaudador
sea el de llevarnos al Reino de los Cielos de punta cabeza, por aquello de que
los ricos lo tienen difícil para entrar. Por esta regla de tres, el Papa que se
nos ha ido va a estar rodeadito de subcontratados y expoliados como yo. Si es
por esa causa, pues bien está. A seguir así. Que quizá no tenga para una casa
en esta vida, , pero gozaré de los paraísos más maravillosos en la eternidad. Y
aunque también nuestro Santo Padre Juan Pablo II abocaba por aquello del
reparto de bienes y de favorecer a los pobres, por mucho homenaje póstumo y
patatín patatán, lo que realmente él era, que es su mensaje, cae en saco roto,
no en el de Hacienda por cierto, que ese parece bien cosido. Y menos mal que el
futuro Papa se someterá a la ley romana en cuanto a declaraciones fiscales se
refiere, porque si estuviese bajo tutela hispana, el año que viene tendría que
declarar por haber tenido dos trabajos distintos en el año, uno de cardenal y
otro de Sumo Pontífice.
Me expliquen, ya les digo, porque no me cabe en la
cabeza que clase de sistema retributivo justo es este.
Atentamente,
su víctima.
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