¿Por qué casi no reciclamos?
Es una pregunta que me hago a
menudo y no acabo de responderme. Antes quizá era porque no nos facilitaban los
medios adecuados, pero ahora tenemos contenedores de todos los colores a la
vuelta de cada esquina. Puntos limpios en los que desechar electrodomésticos,
pinturas y otras sustancias contaminantes; los contenedores de la ropa, los del
vidrio, los del papel y envases,… y aún así, nos esforzamos en dejarlo todo
como nos viene a mano. Me produce tristeza, profunda tristeza. Bastaría con que
nos imaginásemos que durante unos pocos meses no nos pudiésemos deshacer de
todo eso que tiramos. ¿Cómo estaría nuestra casa? Pues así es como quedará el
medio ambiente, que no es más que el campo al que nos gusta ir cuando queremos
descansar y disfrutar de paz y armonía, ese del que sale lo que nos alimenta y
que regenera las energías y materias primas que nos abastecen, también la
playita a la que nos gusta ir en verano ¿No sé si vais pillando? Porque al fin
y al cabo, respiramos aire y comemos materia orgánica, y todo eso nos los
regala la naturaleza, a la que nosotros devolvemos mierda. Perdón por la
expresión, pero es que me encabrita la falta de agradecimiento hasta en lo más
esencial. Es un negocio sucio, sin duda, éste el que hacemos. La naturaleza nos
concede y nos mantiene la vida, aparte de regalarnos su belleza, sin pedir nada
a cambio, bueno sí, un poquito de respeto, valor casi extinguido, extinguido
como el tigre y otras especies, por cierto, ¡qué casualidad!; y nosotros la manipulamos, explotamos y la
contaminamos.
Cuando voy a tirar la basura y me
encuentro todo revuelto, acabo con el estómago de la misma forma.
Todo aquello que tiramos, siento
decepcionaros, no desaparece en un
agujero negro, ni la nada lo absorbe a golpe de varita mágica. Todo eso, que
son toneladas y toneladas. ¿Ah, que yo sólo tiro un poco? Pero no estás tú
solo, no sé si te has dado cuenta cada vez que te hacinas en el transporte
público o permaneces retenido en tu flamante coche en un atasco. Pues bien,
recapitulo, todo aquello que echamos al cubo voraz de lo que no vale, acaba por acumularse en
algún lado, y viene de algún sitio; y si no hacemos el pequeñísimo esfuerzo de
reciclar residuos, acabaremos con todos los recursos, y todo nuestro entorno será
como ese cubo al que no nos gusta asomarnos porque es feo y huele mal.
Lastimeros tiempos serán aquellos en los que no podamos adquirir platos de
plástico limpios, digo limpios, porque bastará con acercarte al campo a coger
uno. Pero quizá esto sea una exageración y tú que no reciclas no lo veas,
simplemente tu hijo o tu nieto, el cual suspirará, no muy profundamente para no
morir asfixiado por lo corrupto de aire del momento, ante una foto de un
antiguo paisaje.
Y
no hace falta que se den por aludidos más que aquellos que estén en el
propósito de consumir hasta morir, y de nadar en su propio vómito.
Amén.
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