Ya es primavera y no porque lo digan los
grandes almacenes, sino porque comienzan a verdear los árboles. Es una época en
la que dicen que la sangre se altera. A unos les da por deprimirse y a otros
por enamorarse, y esto lleva a lo otro o viceversa, a veces. Cierto es que en
esta época del año es cuando crecen los sembrados y cuando crían muchas
especies, y es que el calor es fuente de vida, no cabe duda. Ante este derroche
de color y aromas que empiezan a brotar de las flores, de la hierba, se
desplega un enorme abanico de pasiones y quereres.
Yo querría referirme más a los de pareja, ya
se sabe, macho-hembra, hembra-hembra, macho-macho y algún que otro variante,
que corren tiempos de liberación y ya se sabe. El de pareja, es de todos los
amores, el que más ha inspirado a poetas, a pensadores, antiguos trovadores y
actuales cantantes. El arte lo ha tomado como musa desde el principio de los
tiempos. Aunque el devaneo de seseras ha sido prolijo, siempre ha sabido muy
bien guardar sus misterios. Y así se nos presenta hoy en día como ayer, sin
pasar de moda e interesante para todos.
Un gran escaparate de posibilidades cabe en
el tortuoso camino del amor. Los amores nuevos, primeros y siempre intensos, de
quinceañeros o más jóvenes. Los tardíos, que más livianos siguen agitando el
pecho de los mayores. Aquellos que fueron fuertes pero pedieron intensidad y
andan dando tumbos, entre infidelidades y rupturas. Los no correspondidos que
manifiestan su frustración a escondidas y dejan sus reliquias en los cajones
bajo llave. Aquellos prohibidos y que atormentan tanto el alma. El amor de la
incomprensión, de la incompatibilidad de caracteres, de riñas y peleas. La
nostalgia del amor pasado que dejó secuelas en un corazón ávido por palpitar de
nuevo. El amor fiel y maduro, que espera día a día y cuida los detalles. Aquel
que acaba de empezar y tiñe los ojos de los amantes de mil maravillas y
proyectos. Todos ellos y muchos más no caben en mil palabras ni en un millón de
versos, porque lo inefable, es así.
¿Cómo atrapar a ese maldito bastardo y hacerlo esclavo nuestro para siempre?. En
qué preciada fórmula se esconden los ingredientes del amor eterno y satisfecho.
Es bonito ver las primeras margaritas
luchando por aparecer entre la hierba y el curso que trazan los pequeños
patitos, que siguen a la madre en perfecta alineación sin desviarse un ápice.
Las golondrinas que regresan con sus atormentantes chillidos para recordarnos
que es hora de querer o de sufrir.
La hoja ya no se cae, sino que brota, pero lo
que si se despoja es el ropaje que cubre unos cuerpos deseosos de abrazos, que
impúdicos desprenden al el aire sus feromonas para el deleite y embravecimiento
de unos y otras.
Es curioso observar todo este mecanismo que
se inicia paulatinamente al compás de la subida de grados, al ritmo de los
minutos que el sol le roba a la oscuridad. Es como si una nueva oportunidad se
le otorgase a la vida, para restaurarse, para recuperar fuerza y luz. Es un
paisaje teñido de verde esperanza. Nueva sabia y nueva vida para un mundo
viejo. Nuevos sueños para afrontar la lucha cotidiana. El despertar del calor
es siempre un acontecimiento que a nadie produce indiferencia, al que nada
puede dar la espalda. Y si alguno se empeña en no rendirle cuentas, ya hay en todas
las esquinas un enorme cartel con señorita vestida acorde a la temporada que
nos lo recuerda.
Ya es primavera. Esfuércense en tomar los
frutos más dulces que esta estación da. Cada primavera aunque cíclica parece
eterna, tiene un número bien determinado y finito para cada uno de nosotros.
Nunca florecerá dos veces, la misma flor. Afánense en sacarle toda su esencia.
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