martes, 4 de agosto de 2015

CONTINENTES Y CONTENIDOS


Terry Schiavo fue una victima de todos nosotros. Más concretamente de su marido. Porque hay muchas maneras de matar y no siempre es necesario una pistola o un cuchillo. Hay quien mata día a día con comentarios, o amenazas, incluso con anuncios publicitarios o con una simple elección. Creemos estar limpios de cualquier culpa, pero tenemos las manos manchadas de homicidios subliminales, de esos que se comenten sin que uno se de cuenta, sin que se llegue a sospechar.

Esta pobre chica de EE.UU era muy guapa, pero parece ser que comenzó a engordar, y su marido le dijo, o al menos eso dicen, o quizá tan solo le insinuó, que si no adelgazaba la iba a dejar. Ella no supo ver a tiempo que debería haber mandado a ese cabrón a Somalia o a cualquier otra guerra en la que acostumbran  aparecer los americanos. Así que guiada por el amor ciego se puso a beber nada más que té para perder peso, cuando lo que tenía que haber perdido de vista es a su consorte. Así que de tanto no comer, le dio un bajón de potasio, porque es lo que tiene no ingerir alimentos, que no solo te trae una bonita falda sino que te enfunda una enfermedad en lo que canta un gallo; y la súbita bajada de dicho mineral tuvo como consecuencia irreversible un coma profundo.



Terry ya no tuvo que preocuparse porque la ropa no le valiera, ya que estuvo 15 años vistiendo un camisón de hospital, en estado vegetativo, ni que el bastardo que eligió por esposo la dejase o no, porque fue ella quien le abandonó, cuando la desenchufaron de la máquina que la mantenía con vida.

Y el caso de la señora Shiavo no es el único, sino el último más sonado y más reciente, pero el mundo está lleno de personas como ella. Víctimas de una sociedad estructurada sobre los pilares de la competitividad, la perfección, la ambición y la deshumanización.

Basta ver la televisión un momento, pasearse por cualquier calle y otear escaparates y carteles publicitarios, es suficiente con pararse ante un kiosco y comprobar que los atentados contra la lógica y de lo que debería ser la realidad humana son constantes.

Los psicólogos ven crecer su clientela con personas cada vez mas infelices. Los ansiolíticos y antidepresivos están a punto de arrebatar el primer puesto en ventas a los analgésicos, pero se mantiene el espejismo de que el mundo anda en aras del progreso y del falso bienestar materialista. Porque a eso estamos reduciendo la condición del ser humano, a simple y vana materia fría vacía y sin sentimientos.

Aquello que no embebe nuestros sentidos y los sumerge en un éxtasis de placer es rechazado y marginado, lo que no se circunscribe a los límites de lo diseñado como ideal se expulsa al gueto de lo hortera, de lo despreciable y arrinconable. Falsas atracciones y quereres que no duran más allá de una temporada, como la ropa.

Resulta difícil convencer, a las personas de que ellos son lo que realmente importa por encima de lo que tienen o de lo que muestran, y que su dignidad y valía está muy por encima de una talla o de una medidas.

No quiero que se confunda un justo amor por el cuidado personal, una sana alimentación, un adecuado ejercicio físico o una moderada coquetería, con la obsesiva tentativa de querer alcanzar el cariño y la aceptación del prójimo a golpe de dieta y atentados hacia uno mismo.

Pero insisto que no es fácil discernir a veces la diferencia, entre lo que debe ser y lo que la sociedad agazapada tras el desfile de moda, sutilmente, exige, máxime cuando se cuenta con quince tiernas primavera, o treinta, que para lo de madurar no hay edad, y se anda con la personalidad todavía en el taller y queriendo obtener como sea el cariño de sus semejantes, que al final, el querer estar más bellos tiene como objetivo la aceptación y el amor del prójimo.

La tiranía que ejerce el imperio de la imagen, su gigantesco poder de influencia, manipulación y destrucción no tiene límites. Y nos aborda desde el aparente inocente papel cuoché, o desde  la bífida lengua de la supuesta amiga.

Medio mundo se mata no dejándose comer, mientras el otro medio se muere porque no tiene con qué alimentarse.

Luego nos vanagloriamos pensándonos una especie superior , cuando no somos capaces de querernos tal como somos: diferentes, especiales y únicos; cada cual como es, con sus formas que le diferencian del resto. Porque si lo que buscamos es uniformidad y aspectos parejos, los pingüinos  o los gochos, sin ir más lejos, nos llevan mucha ventaja.

Ustedes mismos.



No hay comentarios:

Publicar un comentario