martes, 4 de agosto de 2015

EL SILENCIO DE LOS CORDEROS


Somos una buena hornada los que venimos del baby-boom, de la década de los sesenta y setenta.  Tuvimos, siempre hablando en términos generalista, una infancia feliz. Hijos de la prosperidad, del crecimiento económico, de una época dorada en la que se pasó de las alpargatas al seiscientos. Fuimos educados bajo la tutela de los principios y los valores; de la generosidad a raudales, la moralidad, el buen rollo, la ética y el ecologismo. La abeja Maya, los ositos Jackie y Nuca, Félix Rodríguez de la Fuente,… por el lado mediático, y los profesores, que aún eran profesores, por otro, amén de los padres, enseñaban respeto, tolerancia, fidelidad y todas esas cosas que nos han convertido en una ingente masa de corderitos. Todo esto sería perfecto, sino fuese por un pequeño detalle, y es que, este mundo no es manso, sino más bien, territorio de lobos. Y por consiguiente, así nos va.


Yo estoy muy sorprendida, observando como nos dan una tras de otra, y vamos encajándolas de tal modo que parece que nuestro flexibilidad para tolerar tiranía no tiene límites. Pero lejos de reaccionar, ponemos la otra mejilla y seguimos adelante. Sin manifestarnos, sin luchar, sin quejarnos, sin patalear, sin chillar.


Otras generaciones han batallado para conseguir derechos que ahora disfrutamos, y habiendo llegado a cierto nivel de comodidad, en lugar de coger el testigo y seguir para adelante, nos hemos conformado y nos hemos tendido al sol. No se puede dormir en los laureles, porque siempre está el que aprovecha los descuidos para lucrarse, para enriquecerse a costa de los sacrificios ajenos. Para medrar gracias a las injusticias cometidas, y que nosotros permitimos que nos cometan. Y muy denunciable es el injusto, pero tanto o más lo es el que permite que se le agravie, y que se perpetre en él la fechoría, pues con esta actitud permisiva se contribuye activamente a la continuidad y engorde de la injusticia.


La mía generación, se ha hacinado en universidades y ha peleado duro para conseguir una formación que ahora no le reporta el beneficio esperado. Se ha tenido que conformar con sueldos irrisorios, con contratos precarios, con jornadas de sol a sol que no permiten una vida familiar conciliadora. Con puestos de trabajo por debajo de la cualificación. No. Además nos han puesto la vivienda a precio de oro, y nos han esclavizado de por vida a unas hipotecas que nos deja impotentes ante el abuso laboral.


Sin embargo, seguimos callados y pacientes, conformándonos con un viajecito en vacaciones y los partidos de la liga. Con unos trapitos en rebajas y los cotilleos de los programas basura. Y mientras, construimos una sociedad más vacía, infeliz, despojada de objetivos, de futuro, de principios, de libertad y de dignidad.


No soy belicista, no apelo a las armas, pero una manifestación, una denuncia, de vez en cuando, no nos vendría nada mal.  Romper la pasividad y la resignación corderil, y luchar simplemente por nuestros derechos, el derecho a una vivienda asequible, a un empleo digno, y a una vida más sana y cuerda.

No podemos seguir en silencio, porque con él asesinamos nuestro futuro. Callando nos convertimos en  presa fácil, en corderos listos para su depredación

No hay comentarios:

Publicar un comentario